Es posible que los científicos finalmente hayan resuelto el misterio de la conciencia y los descubrimientos son alarmantes

Es posible que los científicos finalmente hayan resuelto el misterio de la conciencia y los descubrimientos son alarmantes

Nuestra antigua (algunos dirían ingenua) concepción de la naturaleza humana se ha basado en tres doctrinas. La primera es que somos los creadores de nuestras elecciones y acciones. No somos títeres, sino agentes responsables y libres, capaces de trazar nuestro propio camino en el mundo. La segunda es que los humanos somos especiales y diferentes de otros animales. En tercer lugar, asumimos que nuestras percepciones, al menos la mayor parte del tiempo, representan con precisión el mundo tal como es.

El estudio científico de la conciencia ha puesto en duda estas tres creencias. Quita nuestro libre albedrío. Nadie debería sorprenderse al descubrir que el cerebro de las madres cambia durante el embarazo. Atribuir nuestros estados de ánimo y comportamientos a las hormonas se ha convertido en el nuevo sentido común. Pero la idea de que nuestros pensamientos y acciones son el resultado directo de la actividad cerebral también puede resultar preocupante. Si “mi mente me obligó a hacerlo”, ¿en qué sentido tengo control sobre mí mismo?

Gran parte de la investigación de Crick parece sugerir que el cerebro es una especie de máquina y que simplemente ejecutamos sus órdenes. Un laboratorio crea modelos de los circuitos del cerebro, célula por célula, como si fueran una disposición gigante de piezas microscópicas de Lego. Otro equipo ha construido un mapa completo del cerebro de la mosca de la fruta, prueba de que algún día podremos hacer lo mismo con nuestros propios circuitos complejos. La investigación de Crick sobre la enfermedad de Alzheimer es un recordatorio aleccionador de que nuestras capacidades cognitivas dependen enteramente de cerebros sanos y funcionales, y que cuando esos cerebros fallan, nosotros también.

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El hecho de que gran parte de la investigación anterior se basara en estudios de aves, ratones y moscas también sugiere (más allá de la necesidad de aislar a los humanos de los riesgos experimentales para la salud) que no aceptamos la idea de que los humanos sean fundamentalmente diferentes de otros animales. En serio ya. Estudiamos cerebros de animales porque nos dicen cosas sobre los cerebros humanos. Pero si la brecha entre los humanos y otros animales se está cerrando, ¿significa esto que deberíamos darle menos valor a la vida humana o respetar mucho más la vida de otras criaturas? En ambos casos, se perturbó la jerarquía de especies sobre la que construimos nuestro mundo moral.

Quizás lo más preocupante sea la idea de que no vemos el mundo tal como es. Sabemos desde hace siglos que la forma precisa en que el mundo se nos aparece está determinada por nuestros sentidos, no por los objetos en sí. Por ejemplo, el color verde de la hierba lo crea nuestro sistema visual. Pero una investigación reciente va más allá. Nuestros cerebros no sólo colorean nuestras percepciones (a veces literalmente), sino que también las construyen. Los cerebros no son receptores pasivos de percepción, sino más bien “máquinas de predicción” que ven lo que esperas ver y escuchan lo que esperas oír.

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